Ciudad de México a 7 noviembre, 2025, 10: 07 hora del centro.
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Ricardo Salinas Pliego: un explotador profesional

El Desarticulista-H

Los políticos siempre han destacado por ser hipócritas y cínicos, eso no es sorpresa para nadie. El húngaro Jozsef Szajer, miembro del parlamento de un partido anti-LGBT, tuvo que renunciar a su cargo tras ser atrapado escapando en plena cuarentena de una orgía gay o la frivolidad de miembros de la izquierda mexicana viajando en primera clase a pesar de representar un movimiento austero creado por los pobres y trabajadores del país son ejemplos que nos enseñan que en todos lados se cuecen habas.

Pero hay personajes que rayan en el exceso de la hipocresía y el cinismo que aspiran a incursionar en la vida política del país. Ricardo Salinas Pliego, un “empresario” que fue beneficiado por las políticas neoliberales, pretende incursionar políticamente, vendiendo un discurso disruptivo anti-impuestos, de liberalismo económico y transparencia. Investigando un poquito resulta que no solo es un evasor fiscal profesional, sino que también es un explotador laboral de primera.

Márgara Chávez murió por ir a trabajar. Cajera de Banco Azteca, pidió quedarse en casa en plena pandemia. Su gerente le dijo: “eres libre de no venir, pero si no vienes, no se te paga”. Fue. Se contagió. Murió. También su madre.

En lugar de condolencias, Salinas Pliego respondía en X que el virus era una exageración. Que los muertos eran daños colaterales del «progreso». Que la economía no podía detenerse “por un gripón”.

“El Tío Richie” no solo le debe al SAT, le debe a ex empleados, con su propia conciencia, si es que aún queda algo ahí. Pero nada le importa menos que pagar. Ni impuestos, ni liquidaciones. Nada.

A Sabina Berman la despidieron por no querer contagiarse. Se negó a asistir al foro de TV Azteca durante los días más duros del confinamiento por COVID-19. Propuso grabar desde casa, como todo el mundo civilizado. La echaron. Y cuando pidió su finiquito, le dijeron que nunca trabajó allí. Que había renunciado. Mostraron un documento dudoso con su firma. Hoy Sabina los demanda, no solo por ella, sino por los más de 14 mil empleados de Grupo Salinas que fueron despedidos sin indemnización durante la pandemia.

Rebeka Zebrekos, periodista deportiva, también fue echada de TV Azteca. ¿Su crimen? No querer salir al aire con ropa «más ajustada», con “la pierna cruzada así, pero no así”. No obedecer las instrucciones de dos altos ejecutivos apodados “el Pollo” y “el Pibe” que le exigían sexualizarse en pantalla. Cuando se negó, la silenciaron. Después la echaron. Demandó. Y aunque la empresa no ha dicho una palabra, el proceso legal sigue, y ella no se cansa de recordarlo: “armé un pedo, sí… por no dejarme denigrar”.

Y luego está la historia más ridícula y brutal de todas, la de los embargos. Sucursales de Elektra embargadas. Por laudos laborales. Porque la empresa se negó a pagar indemnizaciones a ex empleados despedidos. En Cancún, un gerente despedido ganó su juicio. Elektra se negó a pagarle. ¿El resultado? Actuarios entrando a la tienda, sacando motos, refrigeradores, televisiones. Embargo completo. En Teziutlán, cuatro empleados ganaron 2.2 millones en otro juicio. ¿Qué hizo Elektra? Ignorarlos. ¿Qué hicieron los jueces? Embargar.

¿Y el patrón? Se burla. Dice en X que “felicitó” a una clienta que también los embargó por un error bancario. Que cree en la ley. En la justicia. Claro, hasta que lo obligan a cumplirla.

Salinas Pliego «organiza» la precariedad: contratación por honorarios, aunque trabajes como empleado; salario mínimo en nómina, bonos “por fuera”; outsourcing a través de empresas fantasma, como YUMA Capital, y cambios constantes de razón social para que pierdas antigüedad, vacaciones, utilidades. Y si te quejas… que renuncies. Literal.

Un día, un empleado se quejó en Twitter de los horarios decembrinos en Elektra. Salinas le respondió: “al que no le parezca que renuncie hoy mismo”. Otro día, una ex colaboradora de Fundación Azteca le reclamó que la despidiera tras 18 años. Su respuesta: “de haber sabido lo que piensas, te hubiera corrido antes”.

Y lo peor es que le aplauden. Sus seguidores, esos que creen que el rico es rico porque trabaja más, lo ven como un ejemplo. Que su discurso “libertario” cala hondo entre quienes creen que los derechos laborales son un lujo. Que la explotación es solo esfuerzo mal interpretado.

Mientras tanto, adentro, en las tiendas Elektra, los vendedores trabajan 12 horas al día, todos los días, sin descanso. Los cambian de nómina cada seis meses para no pagarles utilidades. Les dicen que no son empleados de Grupo Salinas, aunque trabajen con su uniforme, en su tienda.

No hay que permitir que un tipo como este venda su discurso a favor de la gente y la libertad. Podemos ver cómo lo único que le importa es tener más y más poder a costa de los más pobres y vulnerables de México. No es solo un tema de hipocresía. Es una estructura de impunidad, disfrazada de éxito.

Ricardo Salinas Pliego no quiere un país más libre. Quiere un país donde nadie le cuestione nada. Donde el trabajador no tenga derechos. Donde la ley se compre o se ignore. Donde el poder económico pueda dictar el tono de la democracia. Si llega a la política, no será por convicción, sino por protección. Porque lo único que teme más que pagar impuestos… es pagar cuentas pendientes.

 

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