El domingo 15 de agosto ocurrió una tragedia en la autopista México-Cuernavaca. Seis personas perdieron la vida y otras doce sufrieron lesiones graves (algunas incluso perderán extremidades) en un accidente vial. Desde el respeto y mi más sentido pésame a los familiares y las víctimas de la catástrofe, quisiera problematizar sobre cómo los mandatos de la masculinidad hegemónica orillan a los hombres a ponerse en situaciones de peligro y en muchas ocasiones pierden la vida por ello.
Las razones concretas que llevaron al percance aún no son claras, pero sí se han rastreado cuáles factores le antecedieron. Algunos motociclistas circulaban a más de 250 kilómetros por hora. Esto esa una cifra muy por encima del límite de velocidad. Caminos y Puentes Federales de Ingresos y Servicios Conexos (CAPUFE) sugirió preliminarmente que hubo una falla en los frenos de un tráiler. Uno de los testigos motociclistas explicó ante medios de comunicación que junto venía echando carreritas con otros conductores. El entrevistado mencionó que algunos, al no poder frenar a tiempo dada la velocidad con la que conducían, se estrellaron contra una combi y otros con la pipa de gas.
Quisiera llamar la atención sobre las carreras de los motociclistas. Todas las personas que fallecieron manejaban un vehículo de estos y aparentemente todas intentaban ser el que conducía más rápido. Esta dinámica competitiva se dio en un momento y lugar equivocado, pues todo apunta que el principal factor del desastre fue que la pipa no pudo frenar.
La masculinidad hegemónica —entre otras características— obliga a los hombres a demostrar su virilidad. En muchas ocasiones esto se traduce en competencias físicas, en peleas a golpes, insultos verbales. Aún con la adrenalina que manejar una motocicleta te pueda generar, arriesgar tu vida en aras de ser el mejor —lo cual implica más agilidad conduciendo y menos miedo, porque claro, el miedo no es algo que sea aceptado por los mandatos de la masculinidad— es sin duda consecuencia de la necesidad de demostrar virilidad ante el resto de competidores varones.
Esta tragedia nunca debió ocurrir. Hoy faltan seis personas en sus hogares, en sus casas, en sus familias. La masculinidad hegemónica tiene la culpa porque es la inercia cultural que obliga a los hombres a poner hasta su integridad en riesgo. Por eso debe ser combatida, repensada y transformada.