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Starbucks vende miseria laboral

Starbucks no vende café, sino que vende una «experiencia». Esto ya es un cliché que repiten en cada clase de mercadotecnia o los gurús vende humos emprendedores para introducirte al mundo de los negocios y enseñarte transformar algo tan simple como una cafetería, en un negocio trasnacional con billones de dólares en ganancias. Pero el secreto de Starbucks no es vender experiencias, es explotar trabajadores con prácticas monopólicas.

En los supermercados, tiendas y cafeterías nos ofrecen café de Chiapas y Veracruz con sellos que prometen comercio justo, responsable y sostenible. Estas certificaciones, creadas por ellos mismos sirven para controlar el mercado y mantener a los productores atrapados en la miseria. En lugar de pagar precios justos y garantizar mejoras laborales, Starbucks y Nestlé han creado mecanismos que excluyen a los caficultores pequeños, favorecen a grandes intermediarios, coyotes y ocultan prácticas abusivas que violan derechos laborales.

Según la investigación titulada “Explotación y Opacidad: La realidad oculta del café mexicano en las cadenas de suministro de Nestlé y Starbucks” realizado por Coffee Watch, Epower y ProDESC, Starbucks y Nestlé solo compran café a intermediarios que cumplen con buenas prácticas de sostenibilidad, condiciones laborales, impacto ambiental, y prevención de la deforestación. En realidad, sirven para beneficiar a intermediarios como ECOM, Neumann Kaffee Gruppe,y Luis Dreyfus Company que monopolizan la compra de café y fijan precios injustos para los productores de café, excluyen a pequeños productores debido a que es imposible costear los procesos de certificación, encubren la explotación laboral y trabajo infantil y permiten la deforestación de la tierra fértil mexicana.

“Las certificadoras se han convertido en un eslabón más de la explotación… ahora nomás vienen, llenas un cuestionario, agarran un punto de tierra para analizarla… pagas y te dan tu certificación”.
Testimonio caficultor.

Según el estudio, se ha identificado que jornaleros agrícolas son empleados de manera irregular, sin un contrato que les garantice prestaciones sociales mínimas, como el acceso a la salud. Apenas el año pasado se reportó que 77.3% de quienes son trabajadores en los cultivos de café, cacao y tabaco se encuentran en la informalidad También, a los jornaleros, se les paga a destajo y esto alarga de manera indefinida la jornada de trabajo ya que entre mas café cultiven, mas se les paga.

Es común que en los pequeños productores, tengan que levantar sus cosechas con mano de obra familiar y la participación de los niños es el pan de cada día. El trabajo a destajo es un factor para que niños y niñas acudan a los cafetales para ayudar a incrementar el volumen recolectado por sus familiares.

Las certificaciones, se crearon para esto, ¿no? Pues no, aún así, en los estados cafetaleros mas importantes de México, Veracruz y Chiapas el 16% de la población de 5 a 17 años trabajan y una proporción considerable de los niños y niñas que trabajan, lo hacen sin recibir ingreso o como máximo un salario mínimo.

El horror no termina aquí, Starbucks de la mano de Conservation International ha hecho intentos de cooptación a los cafetaleros locales, ofreciéndoles duplicar el precio de compra del grano a cambio de entregar la gestión completa de la comercialización a intermediarios, en particular a Agroindustrias Unidas de México, S.A. de C.V.

Los caficultores han denunciado que, lejos de mejorar sus condiciones, estas estrategias los han debilitado. CI ha impuesto tarifas adicionales por monitoreo y exportación, reduciendo sus ingresos aún más. Los costos extra oscilan entre el 10 y 15% del valor total del café exportado, una cifra que, sumada a los bajos precios que Starbucks y sus aliados pagan, deja a los caficultores con ingresos miserables.

Santiago Argüello ha transitado entre Conservation International, ECOM y la SADER, consolidando un modelo de certificación que favorece a grandes intermediarios como Neumann Kaffee Gruppe y Agroindustrias Unidas de México, en detrimento de los caficultores. Desde su cargo como director general de Fomento a la Agricultura, ha facilitado el dominio de certificaciones privadas impulsadas por Starbucks y Nestlé, desplazando esquemas públicos como el SCOP y dejando a los productores sin control sobre sus certificados ni beneficios reales. Su papel dentro del Estado ha convertido a la SADER en un facilitador del control corporativo sobre el mercado del café, reforzando la explotación laboral y la marginación de los pequeños productores.

Lejos de ayudar a los productores, Starbucks y CI han implementado una estrategia neocolonialista que busca someter a los caficultores a las reglas del mercado global, destruyendo sus estructuras organizativas y debilitando su autonomía. Han fragmentado las cooperativas mediante incentivos financieros para dividirlas y evitar que negocien condiciones colectivas justas. La realidad es clara: Starbucks no solo vende una experiencia a los consumidores, también vende una mentira a los caficultores, disfrazando explotación con etiquetas de comercio justo.

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