Por: Gabriela Díaz Salinas
Por momentos México parece un país surrealista, pero lo de la “Marcha de la Generación Z” rebasa incluso ese estándar. Yo, ilusa de mi, pensé que la juventud se caracterizaba por cuestionar al poder, romper con el pasado, incomodar a quienes llevan décadas aferrados (en masculino) al micrófono. Pero no. Resulta que nuestra “Generación Z” viene patrocinada, promocionada y casi casi que gerenciada por un elenco que expropia (o que hace extractivismo de) la movilización de una juventud que, hasta hace muy poco, tachaban de poco politizada o comprometida.
Porque nada grita más “rebelión juvenil” que un Vicente Fox, QUE SOLO TUITEA GRITANDO EN MAYÚSCULAS, o un Ricardo Salinas Pliego, deudor fiscal, héroe autoproclamado de la libertad económica, que piensa que quienes no pensamos como él somos “zurdos de mierda”. Sí, esa es la dupla perfecta para una “rebelión centennial”. Las y los jóvenes pedían referentes, claro, pero quizá no buscaban precisamente a sus abuelos (otra vez en masculino) políticos.
Y luego están los influencers que convocan a la marcha. Jóvenes, en teoría, pero sin un cabello en la cabeza, literal y metafóricamente. Son ese intento de rejuvenecer lo que ya caducó: se hacen (mal) llamar juventudes, sin pertenecer ni conectar -ni vivir- las causas que genuinamente movilizan a la “Gen Z”.
Cabe hacer mención que los supuestos jóvenes detrás de este movimiento quizá debieron hacer un poco más de investigación sobre su bandera “One Piece”: serie de manga y anime japonesa que se estrenó en 1997 (hace 28 años). Con esta referencia, no solo denotan edad o por lo menos ser de otra generación, la millenial nostálgica, sino que dejan ver que no conocen para nada a la generación Z: esa que te ve sin expresión hasta robar tu alma, o que jamás usaría unos skinny jeans.
La narrativa es contradictoria: “Somos la juventud indignada”, declaran, mientras detrás se asoman cuentas de redes con fotos, hashtags recién comprados y una línea política que huele más a “Vaporrú” que a TikTok. Simbolizar el futuro llega a hombros de voceros que alternan trajes caros, sombreros vaqueros y evasión de impuestos, bajo gritos como “¡chairos hijos de perra!”.
Si bien es cierto, esta marcha no representa genuinamente a la juventud, la realidad es que actualmente existe un vacío político de liderazgos reales y espontáneos jóvenes, tanto en la izquierda como la derecha. Ese vacío, lamentablemente deja libre la vía a los oportunistas que quieren sacar raja de la despolitización de las y los centennials.
Lo verdaderamente ofensivo no es la marcha, la gente puede manifestarse por lo que quiera. Lo ofensivo es el insulto a la inteligencia del pueblo. La absurda idea de que, si envuelves un proyecto político rancio en un paquete “juvenil”, éste dejará de apestar. Que basta ponerle “Generación Z” a un movimiento para que mágicamente se vuelva joven. Que un empresario con polémicas fiscales y un expresidente con aspiraciones eternas de influencer pueden, de pronto, convertirse en héroes adolescentes.
Porque hay algo que parece que algunos nunca aprenden: el pueblo no es tonto. Tampoco ingenuo. Puede estar cansado, enojado, distraído, pero tonto JAMÁS. Y las y los jóvenes menos: tienen toda una vida de ver a los adultos (seguimos en masculino) fracasar una y otra vez en cámara lenta. Tienen olfato para lo falso, para lo que no es genuino, rechazan todo desplante de superioridad. La generación Z podrá estar aprendiendo a vivir, pero sabe perfectamente distinguir entre una movilización auténtica y un teatro político disfrazado de trending topic.
Si quieren convocar a la juventud, que lo hagan con honestidad, con causas, no con marketing barato y padrinos trágicamente cómicos. De lo contrario, lo único que lograrán será seguir dando cringe y nada de fomo a la verdadera generación Z.
@gabyds91
Soy abogada y consultora política y judicial comprometida con la justicia social. Feminista, regia y defensora de derechos, llevo apellidos de dictador, pero nombre de ángel.




