Ciudad de México a 18 noviembre, 2025, 13: 39 hora del centro.
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Antes de obligarlos al exilio, Bukele espió a periodistas con Pegasus

En julio de este año, los reconocidos reporteros salvadoreños Carlos y Óscar Martínez, de El Faro, debían regresar a San Salvador tras asistir a un foro en San José, Costa Rica. Pero una llamada de alerta cambió sus planes: “No vengan. Bajando del avión los van a detener”.

Según Óscar, el operativo policial estaba diseñado para incriminarlos, incluso planeaban plantar droga en su equipaje. Ante la amenaza, optaron por volar a México con sus familias, sin imaginar que esa “salida preventiva” se convertiría en un exilio forzado.

La represalia de Bukele se originó tras la publicación de las entrevistas “Las confesiones de Charli”, donde jefes de pandillas detallaban su pacto con Bukele desde 2015, el cual le garantizó votos a cambio de permitir extorsión, narcotráfico y control territorial. Tras la ruptura de la alianza, la respuesta del gobierno fue clara: persecución judicial y espionaje.

El director del Organismo de Inteligencia, Peter Dumas, lanzó amenazas públicas en redes sociales, y la fiscalía general del país tenía listas siete órdenes de aprehensión contra los hermanos Martínez y otros periodistas colaboradores. La lista de represaliados incluía también a defensores de derechos humanos como Ruth López, de la ONG Justicia Cristosal, acusada de peculado y encarcelada violentamente.

El acoso a la prensa crítica comenzó mucho antes. Desde la toma militar del Congreso en 2020 para asegurar el presupuesto del “plan territorial”, hasta el espionaje masivo en 2023: 22 de los 30 miembros de El Faro fueron pinchados con el software israelí Pegasus, obligando al medio a trasladar operaciones a Costa Rica.

Actualmente, 25 periodistas salvadoreños viven exiliados en México, mientras otros buscan refugio en Guatemala y Costa Rica. Todos enfrentan el dilema de narrar su país desde la distancia, conscientes de los riesgos y la magnitud de la censura que Bukele ejerce sobre El Salvador, un régimen que combina tiranía con popularidad récord en América Latina.

Carlos Dada afirma: “Este exilio no es una capitulación. Nuestra obligación es seguir contando las costillas del gobierno, desde donde estemos. Es un reto enorme, pero lo haremos con resistencia y estrategia”.

El periodismo independiente salvadoreño sigue en pie, a pesar de la persecución, el espionaje y el miedo. La historia de estos reporteros es la prueba de que la libertad de prensa es el verdadero termómetro de la democracia.

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