Pluma Patriótica

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Efervescencia obradorista o la oportunidad de que exista una mujer en la presidencia

Ya está por comenzar la campaña presidencial en estricto sentido, pues realmente ya llevamos más de un año con pronunciamientos, movimientos partidistas, reuniones y mítines. Es casi seguro que exista una continuidad a la llamada Cuarta Transformación. Podemos remontarnos por allá de 2021, cuando la pandemia parecía comenzar a ceder y AMLO se pronunciaba por sus posibles sucesores.

Es parte de nuestro sistema político que el mandatario en turno comience a delinear las propuestas de su posible sucesor, en este caso sucesores. Sin embargo, esa costumbre cuasi ceremoniosa fue adelantada hacia medio sexenio y en este caso no fue uno sino cuatro los merecedores del pronunciamiento del presidente López Obrador.

A diferencia del llamado tapado, cristalización del dedazo, como costumbres políticas, este fue un llamado a concursar de manera libre, pero dentro de las posibles corcholatas ya ofertadas desde Palacio Nacional, por que queramos o no, el carisma de AMLO pesa sobre la conciencia de sus seguidores; es decir, se toma en cuenta su palabra, más allá de la investidura presidencial.

Después, en la historia ya conocida, resultó ser Claudia Sheinbaum el perfil con mayores adeptos en las encuestas realizadas por Morena y muy probablemente será ella primera Presidenta de México, hecho del cual tenemos que estar orgullosos como sociedad en el sentido que demuestra una madurez colectiva, una renuncia al machismo, lastre cultural.

Pudiera ser que la campaña, por la parte política y electoral, ya esté ganada para Morena, derivado de la popularidad con la que carga López Obrador y el “arrastre” que ha generado su paso por la presidencia, con sus logros y también con sus titubeos, pero innegablemente un éxito político su actuar al dejar a la oposición postrada, sin saber que hacer o cómo reaccionar ante sus políticas y su peculiar personalidad al momento de referirse a sus adversarios. No obstante, también existe una campaña cultural, la cual no se debe soslayar.

México está listo para tener una mujer al frente de la presidencia, pero existe aún, en el llamado México profundo que no diferencia campo de ciudad, una conciencia que no termina de madurar esa idea y el reto es ese: convencer y generar en el mexicano la idea de que dicha situación es una realidad, incluso necesaria para continuar acrecentando la madurez colectiva y dejar a un lado los tabúes e ideas erradas que supone el género.

Por ejemplo, del lado opositor también fue postulada una mujer y, aunque su discurso esté más enfocado a restarle adeptos a la “base” de Morena, también supondrá un reto llegar a la conciencia del mexicano que una mujer tiene igual o mejor capacidad que un hombre para la conducción de un país.

Ello va aunado a un discurso todavía más plausible: el clasismo. Continuamente hemos presenciado la crítica continua hacia los pobres (aporofobia) por parte de la derecha, lo que representan y qué se debe hacer con ellos, cuando una gran parte de la población del país aún se encuentra en la informalidad y en la búsqueda de oportunidades de movilidad social. Todavía vemos cuestionamientos y fijaciones hacia el life style e incluso lo que la gente trae puesto consigo.

Sin dudas, son elementos que como sociedad se deben superar y esta elección sacará a flote esos grandes lastres que unos u otros explotaran a efectos de estrategia de comunicación política y electoral. Sin embargo, es claro que la carrera presidencial tendrá de que hablar pese a lo que digan las encuestas; pues en las democracias actuales ya difícilmente vemos carros completos, o sea que un mismo partido se haga de una representación absoluta.

Aunque en el caso mexicano, ganar por ganar gobernaturas se ha dado como deporte para Morena, aún no sabemos si será sostenible o solamente un momento de efervescencia obradorista lo que explica la contundencia de los triunfos, tal vez el tiempo nos lo dirá.

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