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Ciencia, paciencia y conciencia: el maíz y la milpa para celebrarse

En las últimas semanas ha habido debates acalorados relacionados al Conacyt y al Foro Consultivo Científico y Tecnológico que ya son materia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Desde el inicio de esta administración, incluso poco antes de empezar (durante los meses de la transición), fue evidente que relación entre el FCCyT y el CONACYT iba mal, muy mal. Elena Álvarez Buylla advirtió que el FCCyT era una instancia cara, ineficiente e innecesaria para apoyar los esfuerzos en ciencia y tecnología que requería la Cuarta Transformación. Por su parte, el Foro Consultivo argumentaba que su autonomía, reflexión, integración y recomendación en temas de investigación que requiere nuestro país garantizaban, en su autonomía deliberativa, un contrapeso a las decisiones del CONACYT.

Como dije, la cosa terminó mal y ya se dirime en tribunales y en la opinión pública nacional. El Presidente ha sido enfático y con información recabada reitera que el Foro gastaba dinero a manos llenas; sin embargo, argumenta que las pesquisas del desvío de recursos van por cuerdas separadas e insiste en particular que su titular no es responsable de las acciones de la Fiscalía General de la República.

No pretendo avisar ni mucho menos tomar postura, simplemente digo que María Elena Álvarez-Buylla no está en un “cacería de brujas”, sino que tiene la responsabilidad de denunciar los supuestos desvíos detectados no solo a 31 involucrados, sino a cualquier involucrado en general. El rector de la UNAM, Enrique Graue, elocuente y pragmático ha dicho una frase que me ha sonado mucho “desproporcionado comparar a los supuestos imputados con el crimen organizado” y  llama a la mesura, sin tomar partido. Esa es la misma posición  que  tengo yo.

El nombre de la columna “Ciencia, paciencia y conciencia: el maíz, la milpa para celebrarse” tiene relación con lo dicho anteriormente. La ciencia tiene que estar al servicio de las necesidades de México, tiene que asegurar que, en este caso concreto, las investigaciones del INIFAP, de las universidades y de centros de investigación ayuden a resolver problemas vinculados con eso; más en concreto, con la milpa y con el maíz como centro de origen mundial y como base de la alimentación nacional. Lo mismo puede decirse sobre muchas plantas cultivadas y asociadas a la milpa: la calabaza, el chile y los frijoles son producto de una simbiosis fantástica y lograda por varios siglos de experimentación empírica. Han pasado por sus parientes silvestres, como el teozintle y el zea diploperenis, mejorados ancestralmente con paciencia, conciencia y una ciencia ciudadana  que probó, cruzó y guardó para volver a probar y a sembrar. Ahora está en la riqueza de más de seis decenas de razas de maíz que han inventado los mexicanos y mexicanas para las zonas secas, las sierras, las zonas tropicales y húmedas, pasando por las zonas frías y de montaña en todo el territorio nacional.  Esto ha sido posible justamente por esta experimentación de cientos de miles de campesinos y campesinas, muchos de origen indígena, que han observado con paciencia los comportamientos naturales.

Desde los años sesenta, con impulso de la revolución verde y experimentación in vitro, y después con los cruces de híbridos y paquetes tecnológicos, nuestra dependencia de la producción de maíz exterior se fue asentando de manera que pasamos de ser un país exportador de maíz (con suficiencia alimentaria) a un importador directo de este grano. Cada año importamos millones de toneladas y, si le agregamos los riesgos inherentes y la presión por importar y cultivar maíz transgénico, nos podría resultar mucho más peligroso a la soberanía nacional… Algo hicimos mal al seguir esa ruta.

Esta controversia se asienta justamente cuando un grupo grande de personas (muchas científicas y otras tantas organizaciones) mantienen un litigo audaz para lograr que la Suprema Corte dictamine definitivamente la prohibición de sembrar en México maíz transgénico. El movimiento ‘Sin maíz no hay país’ (digo yo: sin país no hay maíz) habla sobre la siembra soberana y responsable, porque su producción es su cultura, historia y futuro. El gobierno actual y los que vienen pueden contribuir con políticas públicas responsables para asegurar la paz alimentaria fundamental de los mexicanos, el maíz.

Ayer mismo se reforzó esta idea en el Día Nacional del Maíz (y la milpa) en los Pinos con la inauguración del museo Cencalli  la casa de maíz y la cultura alimentaria. Lamento no poder asistir, ya que a esa hora daba clases, pero mi familia sí pudo ir,  y ellos me informaron sobre lo emotivo, importante y trascendental del esfuerzo al que se sumaron también  productores del Mercado Alternativo de Tlalpan (MAT), espacio innovador de acercamiento entre productores y consumidores del suelo de conservación de la Ciudad México. Hubo actos simbólicos y representativos sobre la importancia de fortalecer una política alimentaria sustentada en la soberanía alimentaria; ahí, funcionarios de alto nivel en agricultura y cultura escucharon a la senadora Jesusa Rodríguez asegurar la creación del Instituto del Maíz.

Este esfuerzo ya es botón de muestra de que la ciencia pública tiene que estar al servicio de las necesidades nuestro país.  Hago votos porque el diferendo entre el FCCyT llegue a buen término y, si hay que condenar y castigar eventuales funcionarios que pudiera haber abusado de su responsabilidad, que así sea. Por el contrario, en el marco de atribuciones y responsabilidades la compra de una casa, no para ellos, sino para sus actividades (aunque sea en Coyoacán) y revisando si hubo excesos, se resuelva. Y si es necesario disolverlo, que entonces se modifique la Ley de Ciencia y Tecnología.

La realidad de este país demanda esfuerzos claros y contundentes vinculados con la modificación de las prácticas productivas que el cambio climático global está provocando mayor la vulnerabilidad productiva, asociada a los impactos en el territorio y obliga a investigar en campo y del brazo con las comunidades, alternativas con conciencia, conocimiento, ciencia y, sobre todo, paciencia para resolver los problemas de un futuro que ya se nos viene encima.

Enhorabuena por este nuevo museo.

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