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Del conocimiento de los seres humanos

El pensamiento dominante actualmente nos ha señalado que la ciencia es el instrumento con capacidad para dotarnos de un conocimiento valido y útil, es decir, que tiene prevalencia sobre cualquier otra manera de adquirir el conocimiento, ya que estas carecen de “rigor científico’; es el positivismo lo que rige el mundo contemporáneo. Pero ¿será la ciencia moderna la única capaz de proveernos de un conocimiento válido?

Ante este cuestionamiento, no se pretende desacreditar los logros de la ciencia moderna, sino que se busca que no se disocie de manera tajante el “conocimiento científico válido” y el “conocimiento no científico” para poder comprender de mejor manera el problema del mismo conocimiento.

En ese sentido, si bien Descartes pretende deshacerse de todos los conocimientos que le fueron impuestos a lo largo de su formación, él mismo reconoce un principio a partir del cual pudo adquirir consciencia del ‘yo’, es decir, concibe una esencia más perfecta incrustada en su pensamiento. Con respecto a esto, el filósofo señala: “examiné lo que era yo; no podía concebir mi no existencia porque mi mismo pensamiento de dudar de todo constituía la prueba más evidente de que yo existía, comprendí que yo era una sustancia cuya naturaleza o esencia era a su vez el pensamiento, sustancia que no necesita ningún lugar para ser ni depende de ninguna cosa material; de suerte que este yo (el alma) por el cual soy lo que soy, es enteramente distinto del cuerpo y más fácil de conocer que él”.

Se desprende de lo anterior que el pensamiento trasciende al cuerpo, pues es posible que exista sin depender del mundo material o sensible. Por lo tanto, existen ideas fundamentales que van más allá de la experiencia sensible que representan el patrimonio originario de la razón, y para Descartes son las llamadas ideas innatas, las cuales son implantadas en nosotros por un ser superior, que él refiere como Dios.

Con respecto a los conceptos fundamentales mencionados, para Leibnitz solo existen en nosotros en germen, potencialmente. De acuerdo con él, hay ideas innatas en tanto que es innata la facultad de nuestro espíritu de formar ciertos conceptos independientemente de la experiencia. Encontramos aquí la conexión con el pensamiento de Kant, puesto que él establece la necesidad por parte de la filosofía de tener una ciencia, la metafísica, que determine la posibilidad, los principios, y la extensión de todos los conocimientos a priori, y en ese sentido señala “en estos conocimientos que se eximen del mundo sensible, y a los cuales la experiencia no puede servir de guía ni de rectificación, residen las investigaciones de nuestra razón, investigaciones que por su importancia nos parecen superiores, y por su fin mucho más sublimes que todo lo que la inteligencia puede aprender en el campo de los fenómenos; investigaciones tan importantes que, abandonarlas por incapacidad, muestra poco aprecio o indiferencia, y todo lo intentamos aun corriendo el riesgo del error”.

De lo anterior, es preciso destacar el carácter sublime que Kant le da este tipo de indagaciones racionales, pues resultan de lo más elevado, y cabe la posibilidad de que tal vez no logremos descifrar esta cuestión, ya que, si se mantiene la línea puramente positivista de la ciencia, entonces la humanidad seguirá en este círculo vicioso del utilitarismo, en vez de dar un paso cualitativo en el entendimiento del universo.

Es necesario entender los fenómenos a un nivel más profundo, no limitarnos a aceptar aquello que se nos ofrece a través de las instituciones sociales y estructuras dadas; es decir, debemos aprender que nuestro pensamiento es una fuerza espiritual que impulsa el cambio. Por lo tanto, nuestra consciencia que posee un gran potencial para su mayor desarrollo debe experimentar una liberación de estas estructuras que la constriñen y encontrar caminos distintos en el conocimiento a través de nuevos paradigmas científicos en los cuales las ciencias, humanidades, y espiritualidad colaboren en un esfuerzo creativo detonante para un nuevo entendimiento del ser humano, el mundo y el universo.

Finalmente, ante la inquietud o necesidad que se tiene de entender el problema del conocimiento no debemos de limitar la búsqueda en los paradigmas que la ciencia moderna establece, sino que hay que recurrir a la reflexión o meditación, es decir, tenemos que prestar mayor atención a nuestros estados internos que permita a la humanidad experimentar una transformación de los paradigmas vigentes, y en ese sentido, se abra camino a una manera alternativa de construir el conocimiento, y por tanto, lograr un mejor entendimiento de lo que nos rodea.

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