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El humanismo mexicano en 2025

En un momento histórico de tensión global y crisis interna, el concepto de humanismo mexicano emerge como una respuesta urgente y necesaria. Este humanismo no es una simple abstracción filosófica, sino una guía para enfrentar las desigualdades, rescatar los valores comunitarios y priorizar la dignidad humana por encima de las lógicas del mercado o los intereses de unos cuantos.

El humanismo mexicano tiene sus bases en las luchas sociales y culturales que han definido nuestra historia. Desde la resistencia indígena contra la conquista hasta los ideales de justicia social que impulsaron la Revolución Mexicana, este humanismo reivindica un sentido profundo de solidaridad y pertenencia. En el contexto contemporáneo, es también un llamado a reconocer y respetar la diversidad cultural, así como a enfrentar las problemáticas estructurales que perpetúan la exclusión.

Durante décadas, las políticas neoliberales en México han priorizado el crecimiento económico sobre las necesidades humanas. Esto ha resultado en un debilitamiento de las instituciones sociales y un aumento de la desigualdad. El humanismo mexicano plantea una visión diferente: un modelo donde el desarrollo económico sea un medio, no un fin, para garantizar la calidad de vida de todas las personas.

El «humanismo mexicano» también nos invita a repensar el papel del Estado. Éste no puede ser un simple regulador, sino un actor activo en la promoción del bien común, garantizando derechos como la educación, la salud y el trabajo digno.

Este enfoque también implica una renovación en la forma en que nos vemos como sociedad. El humanismo mexicano no es solo una propuesta política, sino también una invitación a construir una identidad colectiva basada en el respeto mutuo, la justicia y la participación activa. Requiere de un cambio cultural que nos permita superar el individualismo exacerbado y volver a valorar lo colectivo.

Adoptar este paradigma no está exento de retos. Implica transformar estructuras profundamente arraigadas y enfrentar resistencias de aquellos que se benefician del statu quo. Sin embargo, también representa una oportunidad única para consolidar una sociedad más equitativa y sustentable.

El humanismo mexicano es, en esencia, una apuesta por la esperanza. Es un recordatorio de que el cambio es posible cuando priorizamos lo que nos hace verdaderamente humanos: la capacidad de empatizar, de construir y de imaginar un futuro mejor para todos.

El próximo año presenta desafíos cruciales para México, tanto en el ámbito interno como en el internacional. Nuestra relación con el vecino del norte estará marcada por el estilo provocador de su presidente electo, quien amenaza con generar una crisis migratoria basada en políticas insensibles y necias. Frente a esto, la presidenta ha respondido con firmeza y apego al humanismo mexicano, defendiendo nuestra soberanía y actuando con inteligencia, solidaridad y empatía. México será un apoyo para quienes lo necesiten, pero sin permitir abusos ni ceder a presiones externas.

A nivel interno, las reformas estructurales tendrán como eje la sabiduría popular, priorizando la protección de quienes más lo necesitan. En materia energética, se avanza hacia la soberanía con proyectos que fortalecen la producción de hidrocarburos y el desarrollo de energías sustentables, buscando garantizar independencia y respeto por el medio ambiente.

La soberanía nacional y alimentaria también son pilares clave. En las fronteras, el combate al crimen organizado se combina con estrategias de seguridad que respetan los derechos humanos, mientras que, en el campo, se protege la salud y el trabajo local prohibiendo granos transgénicos y regulando los alimentos ultraprocesados. Estas medidas son ejemplos del compromiso con un México justo y digno.

Desde el humanismo mexicano, el compromiso con los derechos humanos supone una ruptura con el paradigma de control social que históricamente ha subordinado a las personas a intereses estatales o económicos. En su lugar, se asume una visión en la que los derechos no solo son garantías legales, sino principios fundamentales que orientan el actuar del gobierno. Esta perspectiva entiende que la plena garantía y el efectivo goce de los derechos humanos no son concesiones, sino obligaciones ineludibles del Estado, colocándolos como eje central de la gobernanza nacional. Así, el humanismo mexicano promueve una política pública que prioriza la dignidad, la justicia y la equidad, cimentando un modelo de gobierno que responde a las necesidades de la sociedad y refuerza los valores democráticos.

El humanismo mexicano guía este proceso transformador, no como un discurso vacío, sino como una visión concreta centrada en las personas. Los 100 puntos del plan gubernamental para 2025 marcan un camino hacia un país más equitativo y solidario, donde la soberanía y el bienestar de la población son prioridades. Este será un año decisivo para consolidar un futuro mejor para nuestra nación y sus habitantes.

 

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