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El PRI ha muerto

“Lo que mal empieza, mal acaba”.
“El rey ha muerto, viva el rey”.
Frases populares.

Durante mi adolescencia, me dio mucho por leer historias de marineros. Aquellas expediciones donde el humano se enfrentaba a las inclemencias del océano, a los monstruos que lo habitaban, y al eterno temor al naufragio sin más guía que algunas estrellas en la oscuridad de la noche.

Las historias de supervivencia reales o ficticias, como “El viejo y la mar”, alimentaron mi imaginación en aquellos lejanos ayeres. De esas historias maravillosas, me causó siempre una fascinación la figura de los faros, esas almenas que en medio de la oscuridad sirven de guía al navegante experimentado, que sabe que no puede ni debe acercarse a la fuente de luz, so riesgo de naufragar.

El faro siempre señala los arrecifes y peñascos a los que no es posible realizar una aproximación. Insisto, son sólo una guía para llegar a puerto.

Navegar ya resulta lo suficientemente complejo, como para —además— hacerlo sin una guía certera.

Las pasadas elecciones presidenciales, resultaron en un desastre para la oposición encabezada por Claudio X. Gonzáles, Xóchitl Gálvez y los partidos que la eligieron como su representante. Estos “marineros de agua dulce” salieron a la mar en una embarcación que hacía agua por todas partes y sin una sola guía hacia la cual dirigirse. O, a estas alturas ¿alguien conoce la plataforma o plan o proyecto de nación que pretendían llevar a cabo? ¿Cuál era la Estrella Polar hacia la cual se dirigían?

Los resultados, están a la vista de todos. Todos, menos de los náufragos, que a la deriva flotando sobre las tablas de su propio naufragio, aún se siguen declarando víctimas de las circunstancias, de una ciudadanía mal agradecida y de una justa inequitativa.

Los responsables de los resultados adversos son todos, todos menos ellos, que en medio del desastre siguen sin voltear al espejo. Con excepciones pasmosas: en un programa en vivo, en un “noticiero” anti AMLO, el llamado #SacoDePus, alias Javier Lozano, ex secretario del Trabajo con el Comandante Borolas, alias Felipe Calderón, confrontó de fea manera a Marko Cortés, dirigente del PAN, por los resultados obtenidos.

Lozano, un tipo miserable y bravucón, bien conocido por todos, llamó “cobarde” a Cortés y le soltó una retahíla de insultos a los que un de por sí siempre insignificante Markitititos se hizo aún más pequeño. Cortés fue, en la ignominia, humillado; en la traición, traicionado.

Mientras, en la casa de enfrente, el Revolucionario Institucional decidió -a mano alzada- en una convención “poco convencional”, elegir para un nuevo periodo, al capitán que los llevó al naufragio.

Es una cosa de locos. Los tuertos votando por el ciego. El PRI ha muerto, larga vida a Alito”. Lo han dicho muchos especialistas: “Está oposición está que ni mandada a hacer”.

Hoy por hoy, asistimos a la debacle de lo que será la oposición el sexenio que inicia. A menos que busquen su Estrella Polar, o el faro guía, los seguiremos viendo dar tumbos en medio de un mar embravecido.

Requieren elaborar un Proyecto de Nación viable y factible que no esté montado en campañas de mentiras, odio o desprestigio. ¿Será mucho pedirles un poco de responsabilidad?

A manera de colofón:

¿Seguiremos viendo a personajes menores como Markitititos Cortés siendo humillados por el #SacoDePus?

Señor Cortés, en mis años mozos, cuando alguien llamaba “cobarde” a otro, las cosas se arreglaban con los puños. Lo que no se valía, era “llorar como niño lo que no se sabía defender como hombre”.

De cuando en cuando nos llegan noticias de diputados o funcionarios alrededor del mundo que, de la discusión, pasan a los puños. No estaría innovando y nadie (se lo juro) lo vería mal.

Aunque perdiera la justa ante un bravucón, mantendría la poca dignidad que le queda, intacta.

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