Como aquel personaje llamado Jack de la obra de Oscar Wilde, Hugo López-Gatell ha tenido que adaptar su vida y discurso a las complicaciones que le ha dejado ser dos personas en una misma: una es experimentado epidemiólogo, profesor, investigador y funcionario público y la otra es vocero de la pandemia, héroe y villano de quienes, sin tregua, han utilizado la dura crisis sanitaria en México como un espectáculo político mediático.
Resulta incuestionable la trayectoria, experiencia y conocimientos sobre epidemias de Hugo López-Gatell. Con décadas en el servicio público y numerosas publicaciones científicas, el Subsecretario se volvió la mejor carta del Gobierno de México para ser la voz institucional de la crisis sanitaria mundial más importante en la historia moderna.
En la comunicación social, la mayoría de los autores refieren algunos elementos fundamentales en la comunicación de crisis, entre ellos, la oportunidad o anticipación, la honestidad, las plataformas de comunicación adecuadas, tener mediciones e indicadores oportunos y contar con protocolos y planes claros. Estos elementos, desde el Gobierno de la República y a través de diversos mecanismos de información, estuvieron presentes durante los momentos más duros de la pandemia.
Sin embargo, la exigencia en torno al personaje pasó muy pronto de lo ciudadano a lo político; las preguntas y cuestionamientos dejaron de ser técnicas y científicas para convertirse en políticas.
La magnitud de la crisis sanitaria originada por la propagación del virus SARS-CoV-2 puso contra las cuerdas hasta a los países más desarrollados, particularmente aquellos cuyas condiciones geográficas y demográficas amplificaban la propagación del virus por la interacción social en grandes metrópolis o zonas de mucho tránsito.
En un momento histórico cuando el mínimo detalle es difundido en tiempo real, comunicar una crisis permanentemente para ganarle terreno a la estridencia de la desinformación fue una complicación mayor para casi todos los gobiernos e instituciones del mundo. La Organización Mundial de la Salud y los organismos de salud continentales y regionales vivieron uno de los momentos más complicados de su historia, al tratar de explicar al mundo la evolución de una epidemia (desde sus causas y efectos hasta cómo combatirlas) mientras los medios y las personas crean suposiciones, remedios, teorías conspiratorias y decenas de escenarios alternos de lo que se «debería hacer».
Las condiciones políticas y económicas de México hicieron un escenario en el que la dinámica de desinformación, propia de los tiempos actuales, se amplificó con una dolosa manipulación de los datos y la realidad para golpear emocionalmente a la población a partir de una permanente distribución de verdades a medias, calumnias o amplificación de errores.
Las conferencias vespertinas diarias de Hugo López-Gatell significaron una gran herramienta de comunicación, gracias a las gráficas de contagios, decesos, hospitalizaciones y evolución de contagios por entidad; la actualización de semáforos; las dudas y los avances científicos respecto al desarrollo de las vacunas, tratamiento y propagación del virus; las medidas preventivas; los permanentes llamados a la sociedad civil; la participación de especialistas en epidemiología, psicología, neumología, etc., y, sobre todo, un encuentro permanente y transparente con todos los medios de comunicación que quisieran asistir (desde las grandes cadenas y empresas periodísticas, periódicos o revistas divulgadores de ciencia hasta reporteros de medios locales).
Estas conferencias incluso fueron reconocidas por organismos mundiales y emuladas en otros países. Son espacios de información que institucionalizaron la disciplina de un Estado que puede y debe informar permanentemente ¿Acaso el lector observó dinámicas similares en gobiernos pasados?
Hoy el subsecretario y epidemiólogo Hugo López-Gatell, luego de concluir ese espacio informativo diario, mantiene su presencia como vocero de esta terrible crisis; sin embargo su vida privada, pública y nombre son y serán materia de un escrutinio permanente en donde cada dicho o hecho en su persona es cuestionado, comentado, descalificado o aplaudido por miles de personas, según su bandera política.
La persona y el personaje (su «Ernesto») pasarán a la historia en un país que ha enfrentado una crisis lo mejor que ha podido, con el mejor gobierno en el peor momento.
Hasta la próxima.