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La insolencia de pedir que no te maten

La subordinación de México a Estados Unidos en las relaciones internacionales es un hecho incontrovertible. Desmarcarse de una realidad de integración social, lingüística y económica es virtualmente imposible ahora. A pesar del corte más nacionalista del gobierno de la 4T, casi siempre nos encontramos acotados en esta relación bilateral. Eso no significa que deba haber resignación o que tengamos que llenarnos de ‘Quislings’ anglófilos, como Fox o Calderón.

Compartir barda con la superpotencia se ha vuelto una asimetría cada vez peor, por la inconsistencia entre la permisividad de ciertas drogas en Estados Unidos y Canadá frente a la prohibición que, a demanda del aparato de seguridad yanqui, está vigente en México.

Los esfuerzos por acotar la actuación de agentes extranjeros en México han sido infructuosos, ya que Estados Unidos usa la extorsión diplomática y económica a la menor oportunidad cuando una legislación les obstaculiza su intervención. Sin embargo, en un destello de imaginación diplomática, México utilizó el propio aparato legal estadounidense para poner una demanda por daños causados al país por la venta indiscriminada de armas.

¿Qué se señala? Publicidad específicamente dirigida a narcotraficantes, puntos de venta laxos a pocos kilómetros de la frontera y prácticas comerciales que facilitan el comercio ilegal de armas. Aunque ahora mismo hay una especie de protección legal de los cabilderos de armas en EE. UU. para protegerse de este tipo de demandas, hace días el gobierno estadounidense juntó a varios fiscales estatales para crear nuevos tipos legales y conductas para hacer punibles este tipo de oscuras prácticas capitalistas que literalmente lucran con la muerte.

Un paso adelante de lo meramente simbólico, México ha avanzado reconociendo su acotado poder frente a la superpotencia pero apalancando de manera pragmática su propio aparato legal. Es, sin duda, un paso astuto, tomando en cuenta que ese mismo aparato legal se usa a conveniencia por Estados Unidos para aplastar o extorsionar países a discreción, como el caso de los fallos de cortes de Nueva York con los infames fondos buitre que pretendían saquear Argentina.

Aunque sea una batalla cuesta arriba, representantes del Estado mexicano tuvieron la insolencia de pedir que no nos maten. O cuando menos, que dejen de vendernos los instrumentos para hacerlo. Y eso es digno de reseñarse.

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