Según la Real Academia Española (RAE) de la Lengua, la definición de periodista es: persona que se dedica al periodismo (actividad profesional). Ahora veamos la definición de periodismo: actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico.
De acuerdo con la RAE, la definición de palero es: trabajador que utiliza la pala en sus labores; (2) aprendiz fogonero que palea el carbón para alimentar el hogar de la caldera, y (3) en un buque mercante, encargado de la limpieza del servicio de máquina.
Aquí en esta definición de palero no aplicaría para nadie en la mañanera, pero si la buscamos en el diccionario del español de México publicado en el Colegio de México –institución pública mexicana de educación superior e investigación en Ciencias Sociales y Humanidades—, esta es: (1) persona que ayuda a estafar o a engañar a otras, especialmente en un espectáculo teatral o de magia o, en los juegos de azar, que aparenta ganar con facilidad para atraer a las víctimas: «Resultó que otros dos que estaban animando a apostar a la gente eran sus paleros»; (2) persona que acompaña a otra para festejar sus actos y aparentar que aquélla cuenta con mucho apoyo: «Esos partiditos son puros paleros del PRI», y (3) persona que trabaja con la pala.
Esta definición es lo que, según dos reporteras en la mañanera, Reyna Ramírez y Dalila Escobar, dicen que practicamos varios medios, incluido un servidor. No obstante, si nos basamos en la definición de periodismo de la RAE, esta profesión es: actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico.
Yo trabajo para un medio visual, YouTube; tenemos un canal donde damos noticias de política llamado El Centinela Informa. Ahora, aquí le hago una pregunta, mi estimado y amable lector, ¿quién les otorgo a esas dos personas un certificado de juez para determinar quién sí es periodista y quién no? Porque si vamos a definiciones de periodismo con las «vacas sagradas», como Loret de Mola, Lopez Dóriga o Ciro Gómez Leyva, pues ahora comprendo el sentir de nuestro Pueblo mexicano, que fue engañado por décadas. Ya lo decía el gran periodista Ryszard Kapuściński en su libro Los cínicos no sirven para este oficio:
«Ser periodista. Nuestra profesión necesita nuevas fuerzas, nuevos puntos de vista, nuevas imaginaciones, porque en los últimos tiempos ha cambiado de una forma espectacular. Habéis nacido para llevar a buen puerto un trabajo que acaba apenas de empezar. El periodismo está atravesando una gran revolución electrónica. Las nuevas tecnologías facilitan enormemente nuestro trabajo, pero no ocupan su lugar. Todos los problemas de nuestra profesión, nuestras cualidades, nuestro carácter artesanal, permanecen inalterables. Cualquier descubrimiento o avance técnico pueden, ciertamente, ayudarnos, pero no pueden ocupar el espacio de nuestro trabajo, de nuestra dedicación al mismo, de nuestro estudio, de nuestra exploración y búsqueda.
En nuestro oficio hay algunos elementos específicos muy importantes. El primer elemento es una cierta disposición a aceptar el sacrificio de una parte de nosotros mismos. Es ésta una profesión muy exigente. Todas lo son, pero la nuestra de manera particular. El motivo es que nosotros convivimos con ella veinticuatro horas al día. No podemos cerrar nuestra oficina a las cuatro de la tarde y ocuparnos de otras actividades. Éste es un trabajo que ocupa toda nuestra vida, no hay otro modo de ejercitarlo. O, al menos, de hacerlo de un modo perfecto.
Hay que decir, naturalmente, que puede desempañarse de forma plena en dos niveles muy distintos. A nivel artesanal, como sucede en el noventa por ciento de los periodistas, no se diferencia en nada del trabajo común de un zapatero o de un jardinero. Es el nivel más bajo. Pero luego hay un nivel más elevado, que es el más creativo: es aquel en que, en el trabajo, ponemos un poco de nuestra individualidad y de nuestras ambiciones. Y esto requiere verdaderamente toda nuestra alma, nuestra dedicación, nuestro tiempo.
El segundo elemento de nuestra profesión es la constante profundización en nuestros conocimientos. Hay profesiones para las que, normalmente, se va a la universidad, se obtiene un diploma y ahí se acaba el estudio. Durante el resto de la vida se debe, simplemente, administrar lo que se ha aprendido. En el periodismo, en cambio, la actualización y el estudio constantes son la conditio sine qua non. Nuestro trabajo consiste en investigar y describir el mundo contemporáneo, que está en un cambio continuo, profundo, dinámico y revolucionario. Día tras día, tenemos que estar pendientes de todo esto y en condiciones de prever el futuro. Por eso es necesario estudiar y aprender constantemente. Tengo muchos amigos de una gran calidad junto a los que empecé a ejercer el periodismo y que a los pocos años fueron desapareciendo en la nada. Creían mucho en sus dotes naturales, pero esas capacidades se agotan en poco tiempo; de manera que se quedaron sin recursos y dejaron de trabajar.
Hay una tercera cualidad importante para nuestra profesión, y es la de no considerarla como un medio para hacerse rico. Para eso ya hay otras profesiones que permiten ganar mucho más y más rápidamente. Al empezar, el periodismo no da muchos frutos. De hecho, casi todos los periodistas principiantes son gente pobre y durante bastantes años no gozan de una situación económica muy boyante. Se trata de una profesión con una precisa estructura feudal: se sube de nivel sólo con la edad y se requiere tiempo. Podemos encontrar muchos periodistas jóvenes llenos de frustraciones, porque trabajan mucho por un salario muy bajo, luego pierden su empleo y a lo mejor no consiguen encontrar otro. Todo esto forma parte de nuestra profesión. Por tanto, tened paciencia y trabajad. Nuestros lectores, oyentes, telespectadores son personas muy justas, que reconocen enseguida la calidad de nuestro trabajo y, con la misma rapidez, empiezan a asociarla con nuestro nombre; saben que de ese nombre van a recibir un buen producto. Ése es el momento en que se convierte uno en un periodista estable. No será nuestro director quien lo decida, sino nuestros lectores.
Para llegar hasta aquí, sin embargo, son necesarias esas cualidades de las que he hablado al principio: sacrificio y estudio. En nuestra profesión pueden hacerse cosas muy distintas. Con los años, nos especializamos en una carrera particular.
En general, los periodistas se dividen en dos grandes categorías. La categoría de los siervos de la gleba y la categoría de los directores. Estos últimos son nuestros patronos, los que dictan las reglas, son los reyes, deciden.
Yo nunca he sido director, pero sé que hoy no es necesario ser periodista para estar al frente de los medios de comunicación. En efecto, la mayoría de los directores y de los presidentes de las grandes cabeceras y de los grandes grupos de comunicación no son, en modo alguno, periodistas. Son grandes ejecutivos.
La situación empezó a cambiar en el momento en que el mundo comprendió, no hace mucho tiempo, que la información es un gran negocio. Antaño, a principios de siglo, la información tenía dos caras. Podía centrarse en la búsqueda de la verdad, en la individuación de lo que sucedía realmente, y en informar a la gente de ello, intentando orientar a la opinión pública. Para la información, la verdad era la cualidad principal.
El segundo modo de concebir la información era tratarla como un instrumento de lucha política. Los periódicos, las radios, la televisión en sus inicios eran instrumentos de diversos partidos y fuerzas políticas en lucha por sus propios intereses. Así, por ejemplo, en el siglo XIX, en Francia, Alemania o Italia, cada partido y cada institución relevante tenía su propia prensa. La información, para esa prensa, no era la búsqueda de la verdad, sino ganar espacio y vencer al enemigo particular.
En la segunda mitad del siglo XX, especialmente en estos últimos años, tras el fin de la guerra fría, con la revolución de la electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es importante, y que ni siquiera la lucha política es importante: que lo que cuenta, en la información, es el espectáculo. Y, una vez que hemos creado la información-espectáculo, podemos vender esta información en cualquier parte. Cuanto más espectacular es la información, más dinero podemos ganar con ella. De esta manera, la información se ha separado de la cultura: ha comenzado a fluctuar en el aire; quien tenga dinero puede tomarla, difundirla y ganar más dinero todavía. Por tanto, hoy nos encontramos en una era de la información completamente distinta.
En la situación actual, es este el hecho novedoso. Y éste es el motivo por el que, de pronto, al frente de los más grandes grupos televisivos encontramos a gente que no tiene nada que ver con el periodismo, que sólo son grandes hombres de negocios, vinculados a grandes bancos o compañías de seguros o cualquier otro ente provisto de mucho dinero.
La información ha empezado a «rendir», y a rendir a gran velocidad. La actual, por tanto, es una situación en la que en el mundo de la información está entrando cada vez más dinero. Hay otro problema, además. Hace cuarenta, cincuenta años, un joven periodista podía ir a su jefe y plantearle sus propios problemas profesionales: cómo escribir, cómo hacer un reportaje en la radio o en la televisión. Y el jefe, que generalmente era mayor que él, le hablaba de su propia experiencia y le daba buenos consejos. Ahora, intentad ir a Mr. Turner, que en su vida ha ejercido el periodismo y que rara vez lee los periódicos o mira la televisión: no podrá daros ningún consejo, porque no tiene la más mínima idea de cómo se realiza nuestro trabajo. Su misión y su regla no son mejorar nuestra profesión, sino únicamente ganar más. Para estas personas, vivir la vida de la gente corriente no es importante ni necesario; su posición no está basada en la experiencia del periodista, sino en la de una máquina de hacer dinero.»[1]
Por todo esto que aquí le explico basado en el libro del gran periodista Ryszard Kapuściński, ¿quién autorizó a las damas en cuestión llamarnos «paleros»? Aprovecho para enviarle mi solidaridad a Hans Salazar por las agresiones sufridas en la mañanera, por eso los cínicos no sirven para este oficio, porque si los «periodistas» de carrera nos llaman “paleros”, a ellos que anteriormente protegían al modelo neoliberal ¿cómo los tendríamos que llamar? Cínicos, rateros, vividores del Pueblo… Por todo eso, mi estimado y amable lector, ¡no se deje engañar!
[1] Extractos de Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo. Barcelona, Anagrama, 2005 (Fuente: http://aletheiamuip.com)