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Plurinominales, una figura decorativa de lujo en la actual democracia mexicana

Los plurinominales son anacrónicos. Como muchas cosas del pasado, en su momento tuvieron su razón para existir, pero no hay justificación para que continúen.

Durante los tiempos del PRI, cuando funcionaba la dictadura perfecta, las presiones sociales y el movimiento de una pequeña oposición en el sistema político mexicano permitieron el espacio para la creación de la figura legislativa llamada «plurinominal», el partido todopoderoso, sus lacayos panistas y otros partidos satélites, en su afán de demostrar que eran democráticos, permitieron a una oposición, que agarraba lo que podía, tener espacios de representación nominal.

Sin embargo, ahora, con una oposición que ya logró incluso llegar al poder, un sistema electoral funcional y una población que participa y es vigilante de su democracia, los plurinominales ya no tienen razón de existir.

Ni hablar de la descomposición que sufrió dicha figura, como casi todo lo que se crea buscando un beneficio en la política mexicana, pues lejos de usarse para una representación de minorías y ser la voz de las mismas, se ha usado por los líderes de los partidos políticos para mantenerse vigentes repartiéndose esos espacios entre ellos, para seguir recibiendo dinero del erario y continuar haciendo negocios al amparo del poder.

De no ser por aquel primer beneficio que dieron a la democracia mexicana con la simple razón de su creación, poco o nada han generado de beneficios para aquellas minorías a las que se supone representan.

Hoy, somos testigos de senador@s o diputad@s plurinominales que lo único que hacen son calentar silla, escandalizar espacios y enriquecerse a costa de la corrupción.

De manera que será una gran y justa noticia su desaparición, recordando que al igual que el plan C, fue una de las promesas de campaña de la ahora Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo quien ha dicho que continúa con la intención del mismo.

Y a los extraterrestres, primero investiguen, después opinan.

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