Hace unos días México despertó con una noticia que cimbró al país: el asesinato de una joven de 25 años de edad a manos de su esposo. El asesinato hubiera pasado inadvertido como lo pasan muchos otros asesinatos de mujeres. Hubiera sido un asesinato más para archivar en el montón de casos que hay en la Ciudad de México. Pero este llamó la atención de todos por la forma tan cruel y tan aberrante con la que terminaron con su vida.
La indignación en redes, medios y la sociedad, no se hizo esperar. La molestia por lo ocurrido fue evidente: las personas se preguntaban ¿cómo tu esposo te hace eso? ¿En qué clase de sociedad podrida vivimos? ¿Qué orilla a un hombre a matar a una mujer de esa manera tan atroz?
Y de repente la indignación de su muerte pasó a segundo término y el morbo se volvió el protagonista de la historia. Personas dentro de la policía de la CDMX, funcionarios del Gobierno de la ciudad, gente con acceso a la escena del crimen, sin ningún tipo de ética ni miramientos y podríamos incluso decir que con nula empatía por lo ocurrido, distribuyeron las imágenes del cuerpo de Ingrid Escamilla: las filtraron a los medios, las subieron a las redes, sin ninguna moral las publicaron, esparcieron y vendieron, como si ese cuerpo no hubiera pertenecido a nadie, como si esa mujer fuera un objeto, como si la muerte entre más violenta tuviera más valor.
Estamos hablando de que no solo fue un feminicidio más a la estadística horrorosa que ya existe. No. No solo fue eso. Fue un feminicidio con el cual se lucró, se expuso a la víctima a complacencia, se provocó un daño moral a su familia, un daño social a todas las mujeres, se hizo explicita la violencia, se usó su cuerpo, se usó su nombre, se usó su muerte; entonces, te preguntas ¿quién protege a las víctimas? No hay respuesta. Porque después de que Ingrid falleció siguió expuesta, ya no fue su marido, ahora fueron los policías, los forenses, los peritos, los medios, las redes, la sociedad machista, que no entiende que una mujer no es una objeto, que no entiende que valemos.
Era de esperarse que la movilización de los colectivos feministas en nuestras ciudades se hicieran presentes. La indignación por ver cómo una mujer más era asesinada y expuesta de esta manera tendría consecuencias.
Las protestas recientes se veían venir desde que el Fiscal de la República propuso que se eliminara el término feminicidio del código penal, sin embargo, se contuvieron cuando el presidente salió a decir en la mañanera que no se modificaría nada, pero se intensificaron y se hicieron una realidad a la hora de ver, en primer lugar, cómo se usó y se lucró el asesinato de Ingrid en todas las redes y en los medios y en segundo lugar al no haber acciones del Gobierno para sancionar a estos medios y/o a las personas responsables de filtrar las imágenes.
No se puede ni se debe de permitir que no exista la justicia para las víctimas en nuestro país. Debemos de mostrar a la sociedad mexicana que las mujeres estamos hartas pero también que estamos unidas. Que estas marchas y estas movilizaciones son un llamado para exigir justicia, para pedir que haya un alto a los crímenes contra las mujeres, para crear conciencia, para crear presión en una sociedad patriarcal que nos ve como inferiores. Para que como comúnmente decimos “les caiga el veinte” a todos: a los hombres que se burlan del feminismo y nos llaman vilmente feminazis por exigir igualdad y justicia, al Gobierno que no se pronuncia enérgicamente ante los feminicidios y ante la violencia de género, a las mujeres que dicen que estos movimientos no las representa, a los funcionarios sin moral que se venden por unos pesos, a los medios sin escrúpulos y sin ética. Estas marchas, estas movilizaciones, estas manifestaciones, son POR INGRID, POR MI HERMANA, POR MI AMIGA, POR MI VECINA, POR TI Y POR MÍ.
Sol Arriaga. Diseñadora gráfica egresada de la Universidad Quetzalcóatl de Irapuato con Maestría en Administración, especializada en Mercadotecnia por la misma institución.
Twitter: @solarriagav