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¡Bienvenido, embajador!

La trayectoria del nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ronald D. Johnson, es representativa de la evolución del intervencionismo norteamericano desde la Guerra Fría hasta la actualidad. Johnson, emulando las operaciones encubiertas de la OTAN en Europa para contener la expansión del comunismo en Centroamérica ―colaborando con la desestabilización de los Balcanes, en las guerras de ocupación en Medio Oriente durante la etapa de la globalización, y con los desesperados intentos por sostener el poder hegemónico de su país ante el auge de China―, ha exhibido una enorme flexibilidad para adaptarse a los cambios del entorno geopolítico.

En los años 80, Johnson fue movilizado al 7º. Grupo de Fuerzas Especiales en Panamá[1] y asignado en El Salvador como parte de los esfuerzos estadounidenses para sostener al gobierno frente a la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Su papel como asesor del Ministerio de Defensa salvadoreño lo insertó en el corazón de la estrategia contrainsurgente de Washington, financiando, adiestrando y ofreciendo respaldo logístico a escuadrones de la muerte y fuerzas especiales implicadas en graves violaciones de derechos humanos, como la masacre de El Mozote, en 1981, donde murieron más de 200 civiles, principalmente mujeres, niños y ancianos.[2]

Tras su paso por Centroamérica, y con la caída de la Unión Soviética, Johnson fue desplegado en los Balcanes durante los años 90. Bajo la bandera de los derechos humanos y la justicia internacional participó como oficial militar senior en un equipo integrado por la CIA, la NSA y fuerzas especiales en la caza de criminales de guerra. Utilizando agencias de ayuda humanitaria como fachada y a sus activistas como tontos útiles, se justificaron operaciones encubiertas que prepararon el brutal bombardeo de la OTAN a Belgrado en 1999. En la etapa posterior al 11-S, en Irak y Afganistán, Johnson —ahora desde la CIA— amplió su experiencia a contextos de ocupación militar directa participando en operaciones de inteligencia junto a unidades de misiones especiales con las que los EE. UU. consolidaron un aparato global de vigilancia, captura y ejecución de enemigos declarados, bajo el pretexto de la guerra contra el terrorismo.

A su regreso de los frentes de guerra, Johnson se estableció en Florida como asesor especial del Comando Sur, gestionando colaboración interagencial en temas como refugiados, antinarcóticos, contraterrorismo y derechos humanos. Posteriormente actuó como enlace de Ciencia y Tecnología de la CIA con el Comando de MacDill, facilitando la integración de tecnologías avanzadas en operaciones especiales. En 2019, es nombrado por Donald Trump embajador en El Salvador para contener el avance de China en Centroamérica, que ya había formalizado relaciones diplomáticas con varios países de la región, obligándolos a romper sus acuerdos con Taiwán.

Con Johnson los vínculos entre EEUU y el gobierno de Nayib Bukele pasaron de una relación conflictiva a una alianza funcional, facilitando la militarización interna y la instauración de un régimen de excepción permanente para contener los flujos migratorios y desarticular redes criminales. Esta forma de intervencionismo indirecto, delegando el control territorial y la represión a gobiernos afines, contrasta con las ocupaciones directas del pasado, pero responde a los mismos objetivos geoestratégicos de asegurar estabilidad regional en un contexto de competencia global con China.

Su nombramiento debe leerse desde la trayectoria de Johnson: militar de élite, agente de inteligencia y diplomático. Un funcionario todo terreno, cuya carrera encarna el pragmatismo de la política exterior norteamericana. Su eficacia no depende del carisma personal, sino de la capacidad para articular diplomacia con inteligencia en materia de migración, narcotráfico, energía y contención de la influencia de China en México. Es un intermediario entre la razón de Estado y la gestión diplomática cuya figura obliga a repensar los conceptos de soberanía y libertad en una época donde la administración de la violencia ya no pasa por una acción militar directa, sino por un amplio abanico de opciones intervencionistas.[3]

Ron D. Johnson es la expresión humana de una estructura de poder hegemónico que administra al mundo para la extracción de rentas y la reproducción de capitales. Representa la victoria de la lógica utilitaria sobre la razón moral, reflejo del “God bless America” de la ética protestante norteamericana, que exalta el esfuerzo individual, la providencia divina y el excepcionalismo americano. Es un operador que no necesita ni ideología, ni discurso, sino resultados, y Johnson los ha entregado en cada una de sus etapas al servicio del imperio estadounidense. Bienvenido, embajador, esta es su casa, en donde practicamos el Humanismo Mexicano y nuestro lema es “Por el bien de todos, primero los pobres”.[4]


[1] El 7mo. Grupo de Fuerzas Especiales en Panamá tuvo un rol crucial en la invasión a Panamá de 1989 llamada «Operación Causa Justa» El documental «El engaño de Panamá» (1993) fue ganador del Oscar a mejor documental.

[2] «Salvador” (1986), dirigida por Oliver Stoney filmada en Tlayacapan, Morelos, es un drama político que sigue a un periodista estadounidense en El Salvador durante la guerra civil.

[3] Ej; Guerra sucia, Lawfare, Golpes de estado blando, Propaganda y manipulación digital, Guerras culturales, Bloqueos comerciales, Sanciones económicas, Acoso migratorio, Ciberataques y espionaje digital, Operaciones encubiertas, Balcanización, Revoluciones de colores, Sabotaje industrial, Financiamiento a grupos extremistas, etc.

[4] El concepto de “Humanismo Mexicano” y su valor como categoría histórica – Revista Tlatelolco

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