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Cárdenas vive donde el humanismo prevalece

En el marco del natalicio de Lázaro Cárdenas, es pertinente hablar de su visión humanista que, aunque no se reconociera como tal en aquél entonces, fue un claro ejemplo de cómo se pudo ejecutar un proyecto de transformación macroeconómica que volteó a ver a los más desprotegidos, a los rezagados, a los olvidados.

Después de que, en 1917 con la promulgación de la Carta Magna se consolidara aún más el Estado de derecho, tuvo lugar el “Maximato”, que estuvo acompañado por falta de inclusión, descontento social, desempleo, explotación e injusticias, dejando a su paso un rezago social acumulado que derivaría en movimientos sociales, huelgas y hasta intentos de injerencias extranjeras.

En 1933, Lázaro Cárdenas llegó arropado de una estrategia humanista que cambiaría el rumbo del país y sentaría las bases para la consolidación del Estado como principal rector de la economía. El Plan Sexenal, más que un proyecto macroeconómico de transformación estructural, fue una herramienta que le devolvió la justicia al pueblo de México, pues fue capaz de traducir en hechos los postulados que se proclamaron en los años de la lucha armada, y más aún, logró encauzar las corrientes que convergían en aquél entonces y poner en el centro de la opinión pública la soberanía nacional.

Con la expropiación petrolera, se impulsó un proceso de industrialización y protección a los recursos. El Plan Sexenal pretendió, entre muchas otras cosas, poner énfasis en el sector agrario, en el industrial, en el educativo y en el sindical. Dio apertura a la expansión de la democracia participativa, a la justicia, y fortaleció sectores que habían sido descuidados, al tiempo que defendía el nacionalismo por medio de la protección de la cultura, la promoción y defensa de los valores mexicanos, el resguardo a la soberanía nacional y la expropiación de las propiedades extranjeras que no retribuían ningún valor al país.

Fue gracias su humanismo y visión, que el Partido Nacional Revolucionario logró consolidarse como la fuerza política más grande del país. No es casualidad, que el Plan Nacional de Desarrollo del sexenio de Andrés Manuel López Obrador haya sido inspirado en el Plan Sexenal y más aún, haya retomado muchas de sus enseñanzas para dar inicio a la Cuarta Transformación, un ejemplo de ello es la premisa de “Primero los pobres”.

Y no sólo los pobres, pues trabajó en coordinación con diversos sectores para satisfacer las demandas de todas y todos. Cárdenas no abolió la estructura de clases porque no era su papel; sin embargo, sí igualó en la práctica los derechos de la burguesía, el proletariado y el campesinado al impulsar desde el Estado, la organización de sindicatos y confederaciones.

La historia habla por sí sola. El humanismo cardenista no fue elitista, tecnócrata, ni tuvo preferencias. Fue un humanismo con tierra, con escuela y con justicia, su gobierno colocó al pueblo de México en el centro del progreso nacional, priorizando los derechos colectivos por encima de los intereses del capital extranjero o de las oligarquías nacionales.

En un mundo polarizado en el que el neoliberalismo busca la manera de subordinar a los países y predomina la deshumanización de la política, se debe recordar su ejemplo, que no solo se define por sus acciones como jefe de Estado, sino por la profunda coherencia entre principios y gobierno, entre convicciones y políticas públicas.

Su legado debe ser una brújula moral y política para los gobiernos de la Cuarta Transformación, pues nos recuerda que el gobierno no debe administrarse como una empresa, sino como un proyecto de justicia continua que busca el bien común cuando se asume con integridad, memoria histórica y convicción.

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